LOS DOLOMITAS (ITALIA)
Recuerdo cuando de pequeño vi por primera vez aquellas espléndidas montañas. Nunca se me olvidará el escalofrío intenso que recorrió por el cuerpo antes de subir al funicular que conectaba con la estación de esquí. Una vez dentro de él me era imposible no admirar cada metro más que sobrepasamos por el aire. Estaba inquieto. Justo al llegar arriba salí eufórico a encontrarme con unas vistas que sabía que no me iban a decepcionar. No lo hicieron. Recuerdo sentir un frío helador que me congelaba toda la cara, pero aquel lugar, lo que entraba por mis ojos era realmente lo que me había quitado la respiración por unos segundos. No había una palabra exacta para describir lo que veía y mucho menos lo que sentía.
El transcurso del día no decepcionó, cada una de las pistas que bajábamos era diferente a la anterior, no dejabas de sorprenderte una y otra vez sin parar haciendo que el tiempo se te pasase volando. Verde y blanco, una combinación perfecta de colores. Cadenas de altos y robustos árboles edificaban caminos de ensueño por los que uno se podía perder...bueno, o se dejaba perder.
Cuando acabó mi estancia allí me acuerdo que estaba repleto de recuerdos y momentos que dejarían marcado a cualquiera. Ansias de libertad, exaltación, alegría e incluso emoción eran solo algunas algunos de los sentimientos que me provocaron esos alpes. Estaba seguro de que volvería a pisar aquel hermoso lugar de nuevo.
La siguiente vez que visité ese extraordinario lugar ya no fue en invierno, fue en verano. No tenía palabras... Aquello eran tan diferente y a la vez tan igual que me resultaba extraño relacionarlos. ¿Cómo aquel sitio podía ser tan abrumador en ambas estaciones?.
Te desplazabas a pie, haciendo senderismo en vez de deslizarte sobre unos esquís. Aún así las sensaciones no variaban demasiado. Acababas todos los días exhausto pero con una increíble satisfacción dentro de ti.
Estas fueron las primeras veces que visité los Dolomitas y en las que me di cuenta de que en un futuro quería despertarme y abrir la ventana para admirar todas las mañanas aquellos prados, blancos o verdes, nevados o repletos de frágiles flores y césped, para sentir todos los días la felicidad que me transmitían desde que era pequeño.
Cuando acabó mi estancia allí me acuerdo que estaba repleto de recuerdos y momentos que dejarían marcado a cualquiera. Ansias de libertad, exaltación, alegría e incluso emoción eran solo algunas algunos de los sentimientos que me provocaron esos alpes. Estaba seguro de que volvería a pisar aquel hermoso lugar de nuevo.
La siguiente vez que visité ese extraordinario lugar ya no fue en invierno, fue en verano. No tenía palabras... Aquello eran tan diferente y a la vez tan igual que me resultaba extraño relacionarlos. ¿Cómo aquel sitio podía ser tan abrumador en ambas estaciones?.
Te desplazabas a pie, haciendo senderismo en vez de deslizarte sobre unos esquís. Aún así las sensaciones no variaban demasiado. Acababas todos los días exhausto pero con una increíble satisfacción dentro de ti.
Estas fueron las primeras veces que visité los Dolomitas y en las que me di cuenta de que en un futuro quería despertarme y abrir la ventana para admirar todas las mañanas aquellos prados, blancos o verdes, nevados o repletos de frágiles flores y césped, para sentir todos los días la felicidad que me transmitían desde que era pequeño.
Hola, Germán: Te felicito por tu descripción, además, tienes una ventaja: como estuviste ahí, puedes expresar la belleza del lugar más allá de las fotos. La segunda parte sé que fue inventada, pero has sabido relacionar ambas y describir la segunda a la perfección.
ResponderEliminarUn saludo