Desde hace poco tiempo, aproximadamente 4 o 5 meses, unos rumores acechan Alcázar, la gente sospecha, pero no pueden confirmar nada.
En una acogedora casa de uno de los barrios más conocidos del pueblo, vivía una familia: La familia Galdeano. Esta familia la formaban Sonia, la madre; Clara, la hija mayor; Esther, la hija mediana; y Adrián, el hijo menor. Todos ellos eran una familia normal a ojos de sus vecinos y amigos, no solían llamar la atención, ni crear problemas. Solamente Maite mostraba a veces un carácter bastante extraño que podía llegar a alertar a alguno de los vecino un par de veces al mes.
Un día una de las amigas de Clara, Raquel, fue a su casa ya que habían quedado para hacer un trabajo. Toda la tarde fue normal, sin nada sospechoso. Acabaron el trabajo y Raquel se fue para casa. De repente la chica se dio cuenta de que había olvidado uno de sus libros en la casa, y como no estaba muy lejos de ella decidió volver para cogerlo.
La puerta estaba entreabierta, cosa que no asustó a la joven, que se aproximó hacia la entrada de la vivienda. Había anochecido hacía unos minutos y prácticamente nada podía alumbrar la casa. Aún así Raquel se adentró en la oscura habitación del fondo del pasillo a por su libro. Con la luz de su móvil pudo encontrar en la mesa lo que andaba buscando. Cuando lo cogió un sonido retumbó por encima de ella. Era de la habitación de arriba. Estaba intrigada, aunque a la vez un poco asustada, pero aún así subió.
La imagen que ahora Raquel recuerda es la que la mantiene hasta el momento en un manicomio. Sangre, marcas, cadenas, angustia, dolor. Quería salir de allí, pero estaba tan impacta que no podía moverse. Su amiga maniatada, desnuda sobre el poste de una habitación que Raquel desconocía. A su lado estaban sus hermanos, al igual que ella, con marcas sobre sus cuerpos sangrando. Lo único que hizo reaccionar a la chica fue el sonido de una puerta que se cerraba y los pasos de alguien subiendo las escaleras. Se escondió detrás de un mueble cercano a la puerta y espero a la llegada de la persona que se aproximaba. Era Sonia, sosteniendo sobre sus brazos a una oveja. La mujer realizó un ritual sacrificando a la oveja y utilizando la sangre de sus propios hijos para invocar unos espíritus que según Raquel describe, decían ser las almas perdidas de los diferentes padres de los tres hijos.
No se sabe como llegó Raquel a su casa, si la descubrieron y la dejaron escapar, si pudo escapar de esa habitación sin que la pillasen o cualquier otra explicación, pero según cuenta la familia de la hija, la persona que llegó a su casa esa noche no era su hija. A penas se consiguió sacar la información que ahora se cuenta ya que la chica a penas reaccionaba, solamente se podía descifrar en su cara una imagen de horror y miedo.
La policía fue a investigar la casa, ni rastro de nada ni nadie. La familia Galdeano había desaparecido del pueblo y ya nadie ha sabido nada más de ella. Hay gente que se cree la historia y gente que piensa que es mentira, pero Raquel sabe que dentro de poco tiempo se sabrá la verdad...y será mucho peor para todos, o al menos eso es lo que me cuenta desde que somos compañeros de habitación en el centro.